Escrito sobre Madeleine Selman Hosein, por Andrea García Casal, historiadora del arte y teórica
Alegoría del Fraude en Atributos y símbolos en el arte profano: diccionario de un lenguaje perdido. Guy de Tervarent. 1958.
El teórico del arte Guy de Tervarent, cuyo trabajo más celebrado es el diccionario de Atributos y símbolos en el arte profano, recopiló diversas alegorías que se tipificaron en el Renacimiento —encarnaciones, frecuentemente personificaciones de conceptos—, las cuales, en este caso, son portadoras de máscaras. Así, y en muchos casos, la máscara es un símbolo con connotaciones negativas; la tradición occidental establece que la máscara pertenece a la imitación, la ficción y la mentira, y destruirla corresponde con el descubrimiento y comprensión de la realidad, además de arrojar luz a la verdad.
La oración introductoria, ‘’su esencia misma es estar enmascarado’’, refiere a la alegoría del Fraude, pero, realmente, muchas ideas y situaciones están enmascaradas de un modo u otro. Así, no debemos observar la presencia de la máscara como algo engañoso y confuso, ya que, por sí misma, lo primero que despierta es la sensación hermetismo. No conocemos más allá, al menos en un inicio. De hecho, la alegoría del Enigma, según el iconólogo Cesare Ripa, porta una máscara. Hay una ocultación por evidenciar.
Madeleine Selman Housein (Cuba, La habana ) es una artista cubana de ascendencia española y africana, la cual nos muestra, a través de su trabajo, la predilección que tiene por el arte conceptual y abstracto para intentar materializar cuestiones relativas a la espiritualidad. De hecho, ha creado una serie de obras artísticas dedicada a ‘’Los orishas’’ (2024-actualidad), y las piezas tienen a la máscara como elemento central de las composiciones. Los orishas son definidos por el autor Juan Martínez como ‘’las deidades y espíritus centrales de la religión yoruba, una de las tradiciones religiosas más antiguas de África Occidental’’ (Juan Martínez, Orisha: los dioses y espíritus de la religión yoruba, 2024). La religión yoruba se asentó en varios territorios, sobre todo caribeños, tras la invasión española y el esclavismo, que llevó a les practicantes yoruba natives de África al Caribe. En Cuba, el país de nuestra protagonista, se desarrolló también un sincretismo con la religión católica, dando lugar a la santería, donde orishas y santes se equiparan entre sí. Por ejemplo, en la santería, la orisha Yemayá se sincretiza con la Virgen de Regla, o el orisha Babalú Ayé lo hace, respectivamente, con San Lázaro, por citar dos ejemplos. En la actualidad, la religión católica y la santería son las dos creencias cubanas más importantes.
Selman recurre a las máscaras en estos trabajos plásticos principalmente porque ‘’una máscara es la cara que la imaginación atribuye a un dios. […] La máscara, lejos de limitarse a ocultar a quien la lleva, proporciona un puente, abriendo la experiencia psicológica a los «espíritus», los factores arquetípicos instintivos de la personalidad, al suministrar «vivienda temporal» a estos «dioses»’’ (VV. AA. en el contexto del Archive for Research in Archetypal Symbolism (ARAS), El libro de los símbolos: reflexiones sobre las imágenes arquetípicas, 2011).
Así, el capítulo concerniente a la máscara, abordado en El libro de los símbolos, incide en que se trata de un elemento con múltiples características, ambiguo, pero, de todas formas, enigmático y transformador. Para algunas prácticas rituales, aquí centrándonos en el mundo afrocubano, la máscara consigue que las deidades sean visibles, pues este objeto es el reflejo físico de su presencia etérea. Es más, las divinidades son capaces de tomar cuerpo a través del ser humano que se pone la máscara. Entretanto, la persona adquiere las cualidades específicas de las deidades.
Por tanto, Selman alude aquí a las máscaras de los orishas, que pueden servir en los rituales —dependiendo de cada tradición en particular—, para dar un rostro a cada divinidad concreta del panteón yoruba. Asimismo, son útiles para homenajear e, incluso, recibir orientación de les ancestres. Pero, yendo a la primera cuestión, ‘’estar enmascarado’’ significa anular la voluntad de la persona que lleva la máscara para permitir, de forma temporal, el alojamiento de una entidad divina en su cuerpo.
Nuestra artista añade máscaras venecianas en la ya citada serie ‘’Los orishas’’, las cuales aportan una perspectiva occidentalizante a su arte, que, además de proceder del sincretismo religioso, también posee una clara mixtura cultural dadas las raíces de Selman. Las máscaras venecianas, populares sobre todo en los carnavales, proyectan una sensación de ambivalencia, ya que su origen profano se modifica al ser relacionadas con divinidades orishas. Máscaras hermosas que se integran en las composiciones, de técnica mixta, al ser pintadas por la artista. Asimismo, es habitual que coloque telas plisadas, de superficie fulgurante, dando corporeidad a la máscara como trasunto de les dioses. Estos tejidos abundantes y curvilíneos inevitablemente se vinculan con los sendos cortinajes de los retratos pictóricos cortesanos del Barroco, que suelen aparecer detrás de los personajes, concediendo volumen, riqueza y excelencia en la retratística del periodo. En este aspecto, Selman vuelve a conectarse con un movimiento cultural nativo de Europa en la Edad Moderna, pero que estuvo candente a lo largo del globo en las zonas que se fueron invadiendo, como América Latina.
Además de máscaras y telas, la autora añade con frecuencia algunos atributos o símbolos concretos de les orishas representades, además de sus colores característicos. Así, véase al oroshi Oshosi u Ochosi representado en la obra artística homónima de Selman, el cual porta un arco y su juego de flechas, en alusión a la guerra y a la caza, que son de su dominio como dios. Igualmente, dos de sus colores identificativos están en la obra: el azul y el amarillo. En esta pieza, la artista emplea un tejido que emula la piel de leopardo, tratándose de una metáfora de la cinegética, pero también de la fuerza y lo salvaje en general.
De este modo, Selman demuestra un gran virtuosismo con la iconografía de les orishas, conociendo todo aquello que les simboliza. Decide incorporar sus rasgos, algunos de estos o no dependiendo del grado de abstracción de la divinidad que busca conseguir. Las deidades son entendidas como entes incorpóreos; antes se señaló que ‘’una máscara es la cara que la imaginación atribuye a un dios’’. La inventiva permite que tengan unos atributos, unos colores, en definitiva, unas características determinadas que no se pueden confundir entre sí, al menos para les iniciades. La técnica mixta y, en particular, la añadidura de objetos en sus obras artísticas es lo que más singulariza a ‘’Los orishas’’ y, a la par, lo que más distancia a las piezas que conforman la serie respecto a la producción anterior de la artista, más basada en la pintura pura, alegórica, pero abstracta, sin incursión objetual. Su camino hacia la utilización del objeto como recurso plástico-conceptual, de alto simbolismo había empezado con algunas obras inmediatamente anteriores, al estilo de la Virgen del Cobre o Caballero de París (ambas de 2024), donde las telas ricas y plegadas servían para crear una reminiscencia del protagonista, desde la abstracción.
El lenguaje plástico de Selman, efectista, simbólico, con el uso de la máscara, recuerda asimismo a la alegoría de la Imitación, descrita nuevamente por Ripa. Esta porta también una máscara, remitiendo al arte de la pintura. Siguiendo a Platón, el arte produce una mímesis de la realidad sensible, aunque para el filósofo, este hecho es adverso: el arte es una simple reproducción de lo que vemos, entretanto lo que vemos, a su vez, está hecho por la divinidad. El arte, en definitiva, es una falsedad. Pero también la imitación, la simulación, puede abrir vías diferentes para hallar verdades ocultas o ideas trascendentales. De igual manera, la simulación se produce cuando el ser humano se coloca la máscara, abriendo su soma y psique a la intervención divina de modo transitorio.
Debido a esto, concluimos con que el arte revela verdades ocultas, y siendo el arte de Selman una encarnación del mundo espiritual, cabe afirmar que ‘’solo es verdaderamente real lo que existe en sí y para sí, lo sustancial de la naturaleza y del espíritu, que ciertamente se da presencia y existencia, pera en esta existencia permanece lo que es «en y para sí», y por primera vez de esa manera es en verdad real. La acción de estos poderes generales es precisamente lo que el arte resalta y lleva a su aparición. […] El arte arranca la apariencia y el engaño de este mundo malo [rechazando la postura platónica], caduco, para dar una nueva realidad, nacida del espíritu, al contenido verdadero de las apariciones’’ (Georg Hegel, Lecciones de estética, 1832-1838).